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Comunicación, emoción y respeto

Comunicar lo que hacemos se ha vuelto un ejercicio imprescindible en el mundo organizacional y día a día aparecen múltiples canales, plataformas y métodos para divulgar las actividades de una empresa, buscando dar a conocer acciones, y así lograr impactar los públicos objetivos de cada institución. Con este ejercicio podemos atraer aliados, clientes, proyectos, ampliar reconocimiento, posicionamiento y mil situaciones más que pueden hacer crecer una organización.

En la actualidad en vista de los múltiples impactos comunicacionales que recibimos día a día, buscamos ser disruptivos, emotivos e innovadores con los mensajes que emitimos y esto a veces se sale de control.

Este tema, viene un poco más atrasado en las organizaciones sociales, pues a través de la historia, las empresas que se dedicaron a trabajar lo social, con un enfoque verdaderamente humano, lo hacían a través de donaciones o apoyos que provenían netamente de la filantropía. De esta manera, los recursos se utilizaban en su totalidad en la causa de la organización y poco les interesaba difundir lo que realizaban.

Con el paso del tiempo, la modernización y el crecimiento acelerado de la gerencia social, se inició un proceso de transformación, donde las donaciones de recursos fueron cada vez más escazas y los apoyos fueron cambiando a ejecución de proyectos y más aún a crear modelos de negocio propios que fundamenten la sostenibilidad financiera de las organizaciones y a partir de ahí, trabajar por objetos misionales que fortalezcan el desarrollo humano.

Esta modernización, le presentó a las organizaciones sociales el reto y la oportunidad de pensar en equipos de mercadeo, comunicaciones, alianzas y procesos que empezaron a fomentar una dinámica de venta, de comercializar productos y servicios y a su vez, procesos donde la comunicación se volvió un eje transversal.

Esta necesidad de comunicar llevó a muchas organizaciones a hacerlo, sin estructura, de una manera empírica, creyendo que dar a conocer lo social, el desarrollo humano y las acciones que mejoran la calidad de vida de las personas, era igual que salir a comercializar unos tenis, una mesa o cualquier objeto que cotidianamente utilizamos.

En el camino, fue común (aún a veces lo vemos) emplear formas de comunicar que maltratan la dignidad humana, imágenes amarillistas o llenas de contenido que busca producir lástima, para ganar likes, viralizar o simplemente jugar con el morbo de las audiencias.

Esto sin lugar a duda, no es ético, es irrespetuoso y es una comunicación que no deberíamos fomentar.

Por eso, mostrar, vender, dar a conocer o simplemente divulgar procesos sociales, debe partir de valorar el ser humano, sus capacidades, su cultura, su nivel socioeconómico, académico y comprender sus necesidades para transformar sus realidades. Mostrar lo que como organizaciones hacemos por cambiar la vida de las personas, debe hacerse desde la esperanza, la alegría, el amor, reflejando en el otro, un ser lleno de virtudes que como todos y todas ha pasado por situaciones difíciles.

Las comunicaciones en la gerencia social merecen ser analizadas desde puntos diferentes a los tradicionales, deben permanentemente rendir cuentas, reflejar transparencia y medir impactos sociales de transformación, para que esto, más allá de lo filantrópico, tenga modelo, estructura y la posibilidad de hacerlo sostenible a través de la creación y consolidación de portafolios comerciales.

Trabajar con comunidades requiere conocimiento para llegar de la manera más adecuada a los diferentes territorios y esto se adquiere con esfuerzo, dedicación y una amplia convicción de que los seres humanos somos diferentes y que cada uno, está lleno de magia e historias por dentro y por fuera.

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